domingo, 4 de noviembre de 2012

Jugador de la quiniela



RECUERDOS DE UN QUINIELISTA





Los primeros años que estudié en Madrid, vivía en una pensión en el barrio de Bilbao...Era en el fondo un hostal en el que, en el fondo--es decir, al fondo--, se adecuaba su uso para estudiantes sin recursos o sin muchos recursos o estudiantes que preferína dispendíar la beca holgadamente en la holganza sinvergonzona de la capital, para impresión y trtamiento de féminas, gastronómicas expereincias o jornadas maratonianas en cines a sesión continua.





Sea cómo fuere, abajo de la pensión-hostal, vivía una señora en un bar que era su casa al mismo tiempo o en una casa que era su bar de la misma manera, aunque se entiende que aquello era en dependencias separadas, no dejaba de ser curioso.


Me había hecho amigo de un asturiano que tenía acento gallego y nombre vasco y de un andaluz que venía de Salamanca y que prácticamente había perdido el acento y al que llamábamos por un apodo, que, según quién lo pronunciara, podía sonar cariñoso o no.


De jueves a sábado se hacía una porra en el bar con el resultado de la quiniela y entre todos los que hubieran tenido al menos siete aciertos, se sorteaba una escultura de barro de Coello, pero de las que se hacían al por mayor...y aunque no fueran sólo palomares o paisanos rústicos, no dejabas de tener un producto exclusivo y manufacturado...Con el tiempo se fueron sorteando esculturas más modernas y simpáticas, similares a las que le premiaban en concursos y a todos nos hacía mucha ilusión.





Ni que decir tiene que hacíamos la quiniela todos los días, los tres amigos y fantaseábamos en qué nos íbamos gastar todos el dinero y según el grado de alcohol en la sangre que lleváramos, las barbaridades eran unas u otras, aunque más o menos eran siempre las mismas.


Cómo no acertábamos en la quiniela nos divertíamos apostando en "la porra" del bar.


El andaluz ganó dos veces y el asturiano cuatro y yo ninguna, pero cómo quería a mis amigos, sus éxitos y suerte los viví cómo propios y a veces pienso que quizás también para brindar con ellos por sus aciertos quinielísticos, pues todo se hacía chanza y francachela en la amistad de aquellos años estudiantiles.


Recuerdo que un Madrid-Barcelona, en el que el Madrid estaba fuerte, nadie, ni una sóla persona, apostó por el triunfo del Real Madrid y fue sorprendente que aquella jornada no hubiera ni un sólo acertante de catorce, ni uno solo. El único acertante de la quinielas en España estaba en ese bar, o al menos así lo contába después el andaluz, que estudiaba periodismo y me decía siempre: "No dejes que la realidad te arruine ninguna historia"